las tortitas mendocinas son una de las cosas que se encuentran en la cúspide de la ‘mendocidad’ si es que existe la palabra en algún universo paralelo. Las tortitas son algo, que si sos mendocino, forman parte de tu día a día y si no, te haces fan con el tiempo.
Harina, grasa de vaca, sal, levadura y agua. Una masa cortada en porciones y al horno. Parece una idea simple pero tiene sus reglas y termina siendo más sencillo, al menos para la mayoría de los mortales ‘menducos’, conseguir en una panadería una dosis bien preparada, que incursionar en la aventura de elaborarlas en casa.
Seguramente en una visita a Mendoza querrás probar los exquisitos vinos, aunque algunos son un poco caros. O querrás degustar un auténtico chivo a la llama, pero tendrás que ir hasta Lavalle o a Malargüe. Por eso, te recomiendo llegar a algo más accesible como la tortita pinchada. La encontrarás en cualquier almacén y a un precio muy accesible.
En muchos lugares del mundo hay ‘trozos’ de masa con mas o menos grasa, horneados similares a un pan. Las tortillas del noroeste argentino, las semitas sanjuaninas, entre otras tantas delicias regionales, diseminadas por todo el país y porque no el mundo.
Las tortitas mendocinas en sus distintas variedades, tienen en su composición una gran cantidad de grasa, un 30% del total. Bastante para muchos e imposible de imaginar para otros, pero, las tortitas son eso, para que cambiarlas?
No señores y especialmente señoras, no hay tortitas light…
Como todo panificado con materia grasa, probablemente se originó en el campo, en la necesidad de conservarlas y claro está en proveer una gran cantidad de energia al cuerpo trabajador. Unos mates y unas tortitas, no se les niegan a nadie che.
En Mendoza se pueden encontrar varios tipos de tortitas: pinchadas, de hoja, con chicharrones y claro la mimada de los paladares mendocinos, las raspaditas, que pronto publicaremos en el Club de Cocina. De estas últimas, hay versiones para todos los gustos: más finitas, con varios pinches o un tajo, incluso completamente lisas, cada tortita raspada es un mundo.
Las tortitas, en cualquiera de sus formas, tienen ingredientes básicos: grasa, agua, sal y levadura. Pero la tortita raspada es especial porque no lleva levadura y por eso es compacta y sin aire ni poros. Un auténtico medallón de masa. Y, pese a su facilidad para preparar, las preferimos hechas por los maestros panaderos. Todos tenemos nuestras preferidas. Las del almacén del barrio, las del quiosco de la esquina, las de la clásica panadería-confitería o hasta las de los supermercados. Todas tienen su encanto.
Son señuelos para los mejores recuerdos de tiempos pasados. Es que su sabor y textura nos provocan vívidos recuerdos de los recreos en la escuela, los mates en el club o el viaje de egresados. Son lo que más extrañamos los mendocinos cuando viajamos. Porque en Chile existen las “ayuyas”, que son parecidas, pero no son lo mismo. En otras provincias pasa algo similar. San Juan tiene las “semitas”, pero tampoco se asemejan a las tortitas raspadas. Ni hablar de cuando viajamos al extranjero, donde lo más parecido que encontramos es el pan de hamburguesas, y solo porque son de masa y de forma redonda.
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